Tras tomarme declaración, me bajaron al sótano. Alguien me dedicó algo parecido a un insulto. Ya sin esposas, me quedé frente a un tipo a punto de concluir su cena. Me ofreció una naranja. La dejó en mi mano y me mostró dónde dormiría. Me preguntó si quería fumar y fumé. Se despidió diciendo que si necesitaba ir al servicio o me apetecía fumar, le llamara. Cuando se fue, alguien en voz baja, me preguntó por la naranja. La hice rodar hasta su celda. Alargó una mano. La voz con que entonó: "Todo irá bien" y, su pronta respiración, densa y pausada, transformaron la fruta en tristes sentimientos de agradecimiento. Esa noche dormí profundamente. A la mañana, me desperté algo asustado. El hombre de al lado ya no estaba, tampoco el carcelero. LLegaron otros tipos de uniforme y por sus semblantes, supe que nada iría bien. La estancia olía a naranja. Y cuando me abrieron la puerta, vislumbré que se había convertido en una espiral de inalcanzable esperanza. Desde entonces, cuando alguien pronuncia las tres palabras, algo en mí desprende aromático, el recuerdo.
"La nectarina" ha sido una maravillosa muestra de sensibilidad y sabiduría. No había leído algo tan sencillo, directo y emotivo en tiempo.
Disculpa el atrevimiento. No sé si se acostum- bra. Sólo he querido compartir una de las veces en que yo también fui una de esas nectarinas caídas.
Adorable colección, precioso poema
ResponderEliminarAún así, la nectarina rezuma vida por cada uno de sus poros.... jlm dixit now in the right place
ResponderEliminarTras tomarme declaración, me bajaron al sótano. Alguien me dedicó algo parecido a un insulto. Ya sin esposas, me quedé frente a un tipo a punto de concluir su cena. Me ofreció una naranja. La dejó en mi mano y me mostró dónde dormiría. Me preguntó si quería fumar y fumé. Se despidió diciendo que si necesitaba ir al servicio o me apetecía fumar, le llamara. Cuando se fue, alguien en voz baja, me preguntó por la naranja. La hice rodar hasta su celda. Alargó una mano.
ResponderEliminarLa voz con que entonó: "Todo irá bien" y, su pronta respiración, densa y pausada, transformaron la fruta en tristes sentimientos de agradecimiento. Esa noche dormí profundamente.
A la mañana, me desperté algo asustado. El hombre de al lado ya no estaba, tampoco el carcelero. LLegaron otros tipos de uniforme y por sus semblantes, supe que nada iría bien.
La estancia olía a naranja. Y cuando me abrieron la puerta, vislumbré que se había convertido en una espiral de inalcanzable esperanza.
Desde entonces, cuando alguien pronuncia las tres palabras, algo en mí desprende aromático, el recuerdo.
"La nectarina" ha sido una maravillosa muestra de sensibilidad y sabiduría. No había leído algo tan sencillo, directo y emotivo en tiempo.
Disculpa el atrevimiento. No sé si se acostum- bra. Sólo he querido compartir una de las veces en que yo también fui una de esas nectarinas caídas.