13/2/10

Irena Cárdenas



Irena Cárdenas vivió a remojo.
Pero no hasta los tobillos, ni saliendo a la superficie de vez en cuando.
A remojo, sumergida, dejando ver sólo burbujas,
y unas manos que salían de vez en cuando,
por encima del agua, para hacer la comida y las cosas de la casa.

Irena se recogió las mangas que otras pinzaban y decidió, un buen día,
que a pesar de ellas mismas, las quería.
Quería a sus hijos, a los padres de sus hijos,
al futuro de todos y a sus lágrimas.
Pensó entonces vivir a remojo de sus lágrimas.

Y así, salada ella, salado él,
fletó barcos carboneros, construyó cajas mágicas en coches,
y montó alguna empresa gigantesca. Se inventó algún ingenio azucarero
repleto de manos.
Todo era poco para recoger
las lágrimas que cada vez ,en gotas bola, le hacían más grandes los reflejos.

Irena Cárdenas estaba tan, tan agotada, gota a gota,
( de sonreír, sobre todo ), que se multiplicó.
Le llovieron hermanas, hermanos. Tenían todos la misma sonrisa carnosa,
el mismo achinamiento . La misma altura.

Acepto yo lo incomprensible. Sí.
Irena tenía enemigos, poderosos, enredados, acechantes. Ebrios.
Enemigos que quitaron el tapón de su bañera, hasta que la sangre aguada
se convirtió en un tifón que agonizaba a golpes.

Irena no boqueó. No.
Y yo lo acepto sólo porque ella, siguió a remojo. Arremangada. Sonriente.

Cuando me baño, cuando me sumerjo en fluidos que no son lágrimas,
a veces,
siento que alguien me hace cosquillas en la barriga. Me acaricia la mejilla derecha con su dorso huesudo, con esa carne hecha sonrisa, y me guiña un ojito.
Y yo, que lo único que puedo hacer es doblarle las mangas hacia arriba, y sonreírle también, y achinarme también,
me siento esperanzada, agradecida, y deseo que el tiempo, lejos de pararse, corra hacia atrás para poder seguirla.
Para poder leerla
Para poder
Parar

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